miércoles, 21 de diciembre de 2011

Literatura Medieval (III)

El romancero


En el siglo XV surgen los romanceros, que reúnen composiciones anónimas de carácter popular difundidas hasta entonces por los juglares. Los romances constituyen una de las manifestaciones de poesía folclórica tradicional más importantes, conservadas incluso hasta nuestros días en España, América y comunidades de origen judío, como los sefardíes. El Romancero viejo está formado por romances compuestos en los siglos XIV y XV, y recogidos por las primeras colecciones impresas en el siglo XVI.

Origen de los romances

Aunque no está claro su origen, se considera que los romances están estrechamente ligados a los cantares de gesta y la épica. Según esta teoría, los romances son fragmento aislados de cantares de gesta que, por su especial dramatismo o emoción, se cantaban como poemas independientes, y se trasmitían oralmente de generación en generación. Más tarde, esos fragmentos constituyeron un género propio, el del romance, utilizado por los juglares para toda la clase de temas: épicos, líricos, etc.

Otras teorías sostienen que los romances son anteriores a los cantares de gesta por que las compasiones más antiguas no tiene carácter épico sino lírico o novelesco.

Forma de los romances

Son composiciones de extensión variable, formada por serie de versos octosílabos con la misma rima asonante en los pares; por tanto, quedan sueltos los versos impares. Como ya se ha dicho, los romances se aprendían de memoria y se trasmitían oralmente de generación en generación, lo cual explica que no se conozca el nombre de sus autores (todos son anónimos).

A la transmisión oral también se debe el hecho de que se conserven varias versiones de gran parte de los romances o de que existan multitud de variantes sobre un mismo tema. Cada versión se distingue de las otras por la mayor o menor extensión, por la introducción o supresión de algún episodio, por el lenguaje más o menos modernizador, etc.

Característica de los romances

Las principales son éstas:

-        Mezcla de narración y diálogo.
-        Fragmentarismo narrativo: el romance se centra en un momento determinado de la acción, el más importante o el mayor dramatismo, y se irrumpe muchas veces justo antes del desenlace (final truncado o cortado).
-        Abundancia de repeticiones.
-        Utilización de fórmulas expresivas para llamar la atención de oyente durante la recitación: …bien oiréis lo que decía.
-        Empleo del presente histórico (presente que expresa acciones pasadas) para actualizar la acción: Ya se salen del Castilla…
-        Sencillez de recursos expresivos.



Clasificación de los romances

Romanes de tema épico o heroico - Se inspiran en hechos y personajes heroicos de la poesía épica, como el Cid (En Santa Gaeda de Burgos), don Rodrigo (El rey don Rodrigo y la pérdida de España), los infantes de Lara (Vengaza de Mudara), Fernán González, etc. Algunos de estos romances se inspiran en la épica francesa, especialmente en Carlomagno y Roldán (En París está doña Alda).

Romances histórico o noticieros -  Tratan sobre hechos históricos cercanos a la composición del romance. Destacan los llamados “fronterizos”, que narran sucesos ocurrido en la frontera, es decir, en el frente de la Reconquista llevada a cabo contra los árabes (Álora, la bien cercada, Abenámar, Abenámar).

Romance novelesco y lírico - son de tema sentimental, amoroso o caballeresco: El Infante Arnaldos; Fronte Frida; Romance de la infantina; Romance del prisionero….

ROMANCE DEL ENAMORADO Y LA MUERTE
Un sueño soñaba anoche   soñito del alma mía,
soñaba con mis amores,   que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca,   muy más que la nieve fría.
—¿Por dónde has entrado, amor?   ¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,   ventanas y celosías.
—No soy el amor, amante:   la Muerte que Dios te envía.
—¡Ay, Muerte tan rigurosa,   déjame vivir un día!
—Un día no puede ser,   una hora tienes de vida.
Muy deprisa se calzaba,   más deprisa se vestía;
ya se va para la calle,   en donde su amor vivía.
—¡Ábreme la puerta, blanca,   ábreme la puerta, niña!
—¿Cómo te podré yo abrir   si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue al palacio,   mi madre no está dormida.
—Si no me abres esta noche,   ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando,   junto a ti vida sería.
—Vete bajo la ventana   donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda   para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare,   mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe;   la muerte que allí venía:
—Vamos, el enamorado,   que la hora ya está cumplida.

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